jueves, 7 de agosto de 2008

Gracias por la música

Mamma Mía! nos cuenta la historia de Donna, una madre soltera que lleva adelante un pintoresco hotelito en una ignota isla de Grecia, y está organizando la boda de su hija Sophie, a quien crió sola y por las suyas. Para la boda, la mujer invita a dos amigas de la infancia: la centrada Rosie y la multidivorciada Tanya, con quienes alguna vez formara la banda “Donna and the Dynamos”.

Claro que, sin que Donna lo sepa, Sophie invita también a tres hombres que fueran amantes de su madre años atrás, sospechando que uno de ellos podría ser su padre.

Este es el preámbulo para una historia de enredos y malentendidos, en la cual nacerán amores nuevos, se reavivarán viejas pasiones y se intentará demostrar que nunca es tarde pese a todo. Todo ello con el fondo paradisíaco del mar Mediterráneo y al ritmo de una música que, como el ave Fénix, se resiste a morir y siempre está de vuelta.

Y es que, seguramente, es la banda de sonido la excusa más valedera que tiene esta comedia. Ya que Mamma Mía! (the movie) se apoya en una veintena de las mejores canciones de ABBA, el mítico cuarteto sueco que reinara en las discos durante buena parte de los '70 y principios de los '80, y cuya música aún suena en todos los cumpleaños de quince (Dancing Queen es infaltable) y en cualquier fiesta retro que se precie de tal.

Encabezado por la siempre inobjetable Meryl Streep (Donna), en el reparto se lucen también Amanda Seyfried (Sophie), Julie Walters, Pierce Brosnan y Colin Firth.

La directora inglesa Phyllida Lloyd, de lucida trayectoria en las tablas británicas, hace aquí su debut cinematográfico y adapta con ritmo acertado el musical escrito por Catherine Johnson, sobre las canciones de los ABBA Benny Andersson y Björn Ulvaeus, junto a Stig Anderson.

Quedará como anécdota (pintoresca, si se quiere) la rotunda negativa de los ex integrantes del cuarteto -reunidos para la ocasión en el estreno londinense- a la propuesta que les hiciera un productor musical de volver a salir al ruedo para una serie de cien conciertos, a cambio de un dinero: mil (1000, sí; UN MIL...!) millones de dólares. "No es para nosotros", declaró el gordito Benny sin que se le moviera un pelo de su ya canosa barba vikinga.

Esteee... Sr. Productor..., digo yo, si junto a cuatro que entonen más o menos bien, ¡¿dónde querés que te firme...?!

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